Los equivalentes depresivos o las depresiones enmascaradas se definen como aquella depresión en la que los síntomas afectivos quedan en un segundo plano, ocupando una primera línea en la presentación sintomatológica, las molestias de apariencia físico o conductual.

La depresión se enmascara habitualmente con síntomas físicos o síntomas corporales.

Por su parte, en la máscara psíquica nos podemos encontrar: conductas autodestructivas o de riesgo, drogodependencias, ludopatía, delincuencia, trastornos de la conducta alimentaria, fobias, hipocondría, pseudodemencia, obsesiones y accidentalismo.

Por la otra parte, detrás de la máscara física o corporal nos encontramos con: algias y parestesias (dolores de cabeza, espalda, fibromialgia…); trastornos sensoriales (vértigos, anomalías en los sentidos); trastornos neurológicos y neurovegetativos (edemas, sudoración, tics…); trastornos digestivos; trastornos cardiocirculatorios (ritmo, hipertensión…); otros trastornos psicosomáticos (enuresis, impotencia, alopecia…).

Como vemos, cualquier síntoma puede corresponder a una depresión enmascarada, por lo que el clínico tiene que ser capaz de reconocer una depresión en esa multitud de síntomas, considerando que el diagnóstico de la depresión enmascarada es casi exclusivamente del clínico en sí, ya que no hay signos ni síntomas patognomónicos ni pruebas funcionales que resuelvan de forma inmediata el diagnóstico diferencial.

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